29 de mayo de 2012

Mantener la luz sobre su total extensión

Si fuese posible
mantener la luz sobre su total extensión
y maravillar mi mirada
con cada parte expuesta de su ego,
hecho piernas, brazos, pestañas
y  ver como se transforma de a poco,
de una unión compuesta de fibras,
líquidos y materiales diversos,
conjugarse en un instante
millones de células,
partículas en una extraña fusión
traducirse en un comportamiento,
cargado de eso
llamado expresión.

No somos rocas,
aunque en ellas esto también sucede
y tampoco nos damos cuenta,
somos seres animados
que compartimos
un mismo escenario:
el de la vida,
el de la noche,
el del misterio
cuando solemos quejarnos
de que la rutina es aburrida,
que siempre pasa lo mismo
hasta que nos damos cuenta
que nos dejamos dormir,
que dormimos la conciencia
a cada instante,
sin prestar atención
a esas extrañas maquinaciones
que producen milagros
imperceptibles a la vista,
en nuestras entrañas,
nuestros jugos humanos se mueven
mientras intercambiamos
miradas y roces,
un gesto
y todo lo otro
que no solemos percibir.

22 de mayo de 2012

Por los techos

Subía de a poco
las escaleras,
exploraba la señal
con la antena parabólica
del deseo,
buscaba
 incansable,
su imagen de niño,
no le parecía
inalcanzable.

Pensaban cambiarlo
con ciertas ideas,
modernas, adultas,
parlantes de pena,
ocultas en sus bolsillos
cosidos de sol,
pues habían sido
rasgados por la lluvia.

No había
quien pudiera ayudarlo,
en el desafío eterno,
cual santo sudario,
reliquia del tiempo,
trepar en los años,
abriendo baúles,
añejos,
de antaño.

Rompió telarañas,
días, candados,
saltó cercas,
reparó andamios.
Aún lo ven 
por los techos
azules del cosmos,
noche a noche
en la constelación
de la ingenuidad.
Allí seguirá buscando.

11 de mayo de 2012

Consideraciones


Buenas tardes ¿Cómo le va? Permiso, tomo asiento. Ahora entiendo porque solicitó esta reunión a pesar de nuestras diferencias. Deje que alabe su decisión de hacerlo aquí, en un lugar neutro, para evitar las habladurías de esas personas que se desviven por ser autorreferentes y señalarse como objetivas en los problemas que nos atañen. No hace falta que lo aclare y sé muy bien que usted lo tiene bien claro: Nuestros colegas no son más que una manga de hipócritas. ¿Me decía? Ah si, por supuesto ¿cómo no? Acepto una infusión para amenizar nuestra plática así  de paso caliento mis cuerdas vocales, lo voy a necesitar pues hay mucho de qué hablar. Gracias.

Comenzaré  por hacerle conocer mi opinión sobre ciertas consideraciones a su idea de que deberíamos darle imagen a la preterintención de maquinar planes obsoletos. Si bien me parece loable exponer a nuestros pares a la manifestación de todas sus ocurrencias creo que  estaríamos cerca de una utopía, paranoica podría decirse, aunque no por eso exenta de altruismo. Antes que nada, déjeme Señor hacer un elogio a lo obsoleto del producto de nuestra imaginación. La única obsolescencia que debe desterrarse es la de los objetos de consumo. El resto debe ponerse en un pedestal, adorarse de alguna u otra forma. Es la única manera de que alguna vez se nos ocurran planes factibles, esos que nos salvan y que derivan, a su vez, de millones de planes estúpidos o inútiles.

Si, no se sorprenda, es más, lo repito: Somos el producto de un conjunto de millones de errores, imprecisiones, ideas y maquinaciones inútiles de nuestros antepasados y de nosotros mismos. No debemos olvidar que nuestra esencia es el error. Tanto es así que solo vemos la perfección en nuestros dioses, esos que, para algunos, también son fruto de las ideas. Le pido señor no me tilde de materialista así tan fácilmente. Solo manifiesto mi humilde parecer en el ámbito de lo cotidiano. Hace falta ver a nuestro alrededor para confirmar lo que aquí señalo. Estamos rodeados de obsolescencia. Nosotros mismos, al estar hechos de carne y hueso ya lo somos. Dígame señor, si al menos y para ir de a poco, esto ya no es una prueba de lo que afirmo. Atrévase a rebatir este argumento. Ya sé, ya sé, usted insiste. Sé que le parece que me quedo solo con lo material y se pregunta dónde queda la esencia, el ente, el espíritu. Déjeme  responder seriamente a su brillante inquietud: Soy un hombre de mi tiempo, nada más y nada menos. Por lo tanto usted no puede esperar otra cosa. Si usted quiere discutir o discurrir sobre cuestiones del espíritu le aconsejaría que visite a un cura o a un curandero, el que sea de su mayor agrado.

Le pido que tome en cuenta mis palabras y la seriedad de mi propósito. Está bien, lo comprendo, atienda su celular, puede ser una emergencia… Ah, no era nada importante, bueno, mejor así. Como le explicaba antes de la llamada hay que insistir en el aspecto programático de su idea, que no quede en una retórica vacía de contenido, en este tipo de cuestiones hay que ser extremadamente pragmático. Lo señalo pues es de vital importancia para que la idea madure  y se haga cuerpo, para saber reconocer cual es nuestra ubicación teleológica en este tema. Le pido  que preste suma atención a esto y que además por favor deje de jugar con las medialunas rellenas, con la comida no se juega. Ya fue suficiente, ejem, si, tiene crema, si,  en el bigote, no, a ver, déjeme, déjeme a mí, acá hay una servilleta, bien, ya está limpito. Listo. Sigamos. Como le decía hace un momento, si si, mientras usted revolvía de manera nerviosa su chocolate caliente justo antes de que cayera sobre su, hasta ese momento, impecable camisa blanca. Quizás por eso no me escuchó, claro, estaba distraído. Por eso lo recalco aunque peque de repetitivo: la búsqueda debe encaminarse hacia algo pero para llegar al objetivo es inevitable transitar varios caminos, superar obstáculos y seguir, siempre seguir,  aunque parezca que no se llega a ningún lado.

Y si, ya sé, usted me interrumpe y dice que esto es lo que se ha venido haciendo de un tiempo a esta parte y que nada ha cambiado a lo que yo debo responder que no debe ser tan ambicioso. Sé que usted no opina lo mismo, que no compartimos criterios pues usted es un hombre de acción y yo un hombre de pensamiento pero no hace falta que grite, no, no se enoje, es solo un intercambio de opiniones, siéntese, por favor, siéntese. ¿En que estaba? Ah, sí, que no todo está perdido y que debe ver el vaso medio lleno. No, no le estoy tomando el pelo, me di cuenta que lo del chocolate fue un accidente, le pido me disculpe si pareció que bromeaba con su infortunio, nada más alejado de la realidad, faltaba más. Mmm, sigo, ah ¿no?  ¿Qué? ¿Qué está diciendo? ¿Qué me manejo con frases trilladas y que suele escuchar a menudo todo esto en sus reuniones de amigos intelectualoides o en charlas pedorras de café?  ¡Usted me ofende! Yo venía aquí con buenas intenciones para hablar de algo serio mientras usted divaga en pormenores que no vienen al caso y además tiene la osadía de llevar adelante este ataque, hasta aquí verbal, hacia mi persona. No está de más señalar que fue usted quien me cito a este bolichón, ¡Si señor! ¡Bolichón de cuarta categoría! y ¡¿Sabe qué?! ¡Me importa un rábano que sea el bar de su primo! ¡Le advierto! No se atreva a amenazarme o se hará cargo de las consecuencias. ¡Un caballero se vale de sus propios puños, mano a mano con su contendiente y no de la ayuda de parientes de dudosa reputación como este que dice ser su primo y  que  piensa que con su homínida figura hará que repliegue mi posición!  ¡Para nada!  ¡Para nada! ¡Si hay algo que me sobran son agallas! ¡Lo espero en la esquina a usted y a quien sea!  ¡Les voy a enseñar a resolver esta afrenta! ¡Como hombres! ¡Como se debe! ¡Lo único que faltaba!