11 de junio de 2014

La mano se levanta y lleva consigo al brazo

La mano se levanta y lleva consigo al brazo completo en el trayecto, desde su quietud hasta finalizar el movimiento, alzada, completamente extendida. En cierto estado de conciencia no advierto la cantidad enorme de energía que genera desde la idea hasta su resultado final. No puedo advertir cuando empieza, apenas me doy cuenta cuando ya inició y solo la acompaño con la mirada y la emoción que me genera verla moviéndose. Podría frenarla en cualquier momento pero me pone contento verla moverse, sentir como los dedos aprietan, duros sobre la palma. Como esas graciosas extensiones se doblan y mientras lo hacen también provocan un cambio de temperatura, la fuerza es energía, la misma que hizo que el antebrazo respondiera y se llevara consigo, inevitablemente, al brazo completo. 

Ya están arriba. Y es increíble como en ese movimiento, aparentemente tan simple algo me dice, desde no se donde, que parece que en algo de eso también se encierra el universo. Así surgió. De esa forma se mueven los astros por encima de nuestras pequeñas cabecitas y esos astros a su vez están compuestos por los mismos elementos químicos y los afectan los mismos procesos físicos que nos afectan a nosotros, a nuestros cuerpos, a nuestras mentes y, oh, también a nuestras manos que, aunque muchas veces no lo parezca, también forman parte de nuestro cuerpo. Así también crecen las plantas, así comienzan los días y así también terminan y comienzan las noches que también terminan como lo hacen las canciones, los mundos, las vidas y esto que escribo después de ver como terminaba de moverse mi mano, mi brazo entero. De mi regazo hacia a la altura, desplegada para después cansarse y replegarse a su lugar de inicio, terminar como empezó. Igual que esto que escribo empezó con una mano y termina escrito letra por letra, palabra por palabra, renglón por renglón, párrafo a párrafo de la misma forma. Porque todo termina y esto forma parte del todo, aunque no lo parezca.