13 de septiembre de 2013

Uróboros mental

- No me interesan los asuntos mundanos - me dice- y la dejo hablar porque pone cara de que va a decir algo interesante. Me cuenta que prefiere centrarse en los asuntos de su inconsciente, en eso que le dicen los sueños pero que nunca alcanza a descifrar del todo. Berretín que ella tiene, como todos tenemos alguno. 
Me aclara que le parece extraño que todo lo que escucha de la gente en ese submundo pareciera pasar antes por un filtro de conveniencia, como si algo de la hipocresía de este mundo también se escabullera por allí. Que los personajes con los que se cruza suelen recitarle grandes discursos, se explayan en largos monólogos metafísicos o desarrollan y le explican conceptos extremadamente interesantes. Despierta y no tiene donde anotarlos. Cada vez que se interrumpe el sueño, ya en esta realidad, corre apurada buscando lápiz y papel. Pero siempre llega tarde, la idea se le escapa y solo le queda un poco de angustia que marea su cabeza para luego transformarse en su cuerpo en una sed enorme. Siente el paladar ardiente y seco, ardor que calma con un vaso de agua fría. 
No le pasa a menudo, sólo unas pocas y contadas veces, como una pequeña tragedia en dosis que se repiten cada tanto y que transita con paciencia, hasta calmarse, sabiendo que el episodio volverá a suceder.
- Debe ser la idea del eterno retorno viste, un uróboros mental que cada tanto se mete en mi cabeza y fagocita mis sueños – concluye. Yo sólo la escucho, atento y perplejo, pero en silencio. Al darse cuenta y percibir ese instante de incomodidad, roja de rubor, baja su mirada debido quizás a semejante confesión.