11 de agosto de 2011

Dejar

Y dejar que la melancolía se mueva,
si se estanca o se estaciona
se hace dueña del ahora.
Ralentiza, erosiona.


Llevarla a cuestas
con la mochila de la vida,
haciendo lugar entre los restos,
esos que ya no estorban.


Seguro se degradará
y desaparecerá,
cuando el continuo placer
de la vida diaria,
de la risa y la sonrisa,
de una recompensa
insospechada
nos demuestre que fue solo un momento.
Y allí recién dejaremos de sufrirla
y la extrañaremos,
como extrañamos
los amigos que perdemos.